Capilla de San Sebastián

Se abre a la nave por una portada hispanoflamenca de tiempos del obispo Juan de Aragón y Navarra [1484-1526], muy similar a la que se encuentra enfrente, en la nave del evangelio. En su interior, se custodia un retablo advocado a san Sebastián, con un óleo de la primera mitad del siglo XVII que reproduce una creación de José de Ribera.

Hablar de lo que actualmente es la capilla de San Sebastián, es hacerlo realmente de una modernización llevada a cabo en el año 1657 como parte de un proceso de recordar a futuro (así aparece en la fórmula en la solicitud de actuar en la capilla) la memoria y fundaciones de d. Pedro Villanueva, caballero de la Orden de Santiago y Protonotario de la Corona de Aragón durante el reinado de Felipe IV y las del obispo Vicente Domec.

En cuento a la  portada de capilla se compone de una fachada de aires góticos flanqueada por dos pináculos de un gótico, ya tardío, y es que recordemos que ya nos encontraríamos en el siglo XVI. El arco de entrada responde al tipo “carpanel” decorado por pequeños detalles de tracería rematados en lo que parece son granadas abiertas[1]. Sobre el arco, dos ángeles enmarcados en elementos góticos sostienen el escudo nobiliario: Una ciudad amurallada en la que destacan tres torres con banderas y que ubicamos con la heráldica de la familia Villanueva[2] y que, por contrato, se indica al cantero Pedro Gil que debería medir una “bara de alto y tres palmos y medio de ancho” A ambos lados y enmarcados en guirnaldas vegetales aparece la efigie de los que, podrían ser, los dueños de la capilla. La figura femenina aparece de perfil con un tocado de aires clásicos. En cuanto al personaje masculino destaca el casco griego o petaso con alas, que nos recuerda la figura clásica de Hermes. Es muy curiosa esta atribución puesto que podemos entender esta mención al dios griego a través de dos vías:

1.       HERMES COMO PSICOPOMBO: Este dios representa al guía que conduce las almas al inframundo. Teniendo en cuenta que se trata de una capilla funeraria, esta atribución podría tener sentido.

2.       HERMES COMO DIOS DE LA PRUDENCIA Y EL INTERCAMBIO SOCIAL: Bajo esta premisa podríamos acercarnos a la idea de la dedicación de la familia que encarga la capilla en origen. Este dios se presenta también como una especie de patrón para los comerciantes que los guía a través de los intercambios sociales. Sin duda, este momento de esplendor jaqués se va a deber a una burguesía dedicada principalmente al comercio. Es por ello que podría ser la verdadera alusión de ese personaje en este lugar. Resulta llamativo como la proximidad del siglo XVI, en el que se revisita el arte clásico, aparezcan elementos de esta índole en un templo cristiano. No olvidemos que durante un tiempo se pensó que el románico denostaba el arte clásico debido precisamente a ese “paganismo”.

En la parte superior del marco de la capilla se distingue una inscripción en latín, que en la actualidad resulta prácticamente ilegible

Si nos adentramos en su interior en ella se trata de la capilla que, probablemente, se encuentra en peor estado de conservación de todas las de la catedral siendo por otro lado una de las más bellas y espectaculares que pueden ser admiradas en la seo jaquesa.

Esta amplia capilla se divide en dos espacios, siendo el más grande el que podemos ver si nos asomamos por la reja, habiendo al fondo y a la derecha una pequeña puerta que nos lleva a una pequeña sacristía donde ubicaríamos el pudridero del espacio que corroboraría que la idea inicial para esta capilla era la de ubicar un espacio de índole funerario.

Interior de la capilla

Hablar de lo que actualmente es la capilla de San Sebastián, es hacerlo realmente de una modernización llevada a cabo en el año 1657 como parte de un proceso de recordar a futuro (así aparece en la fórmula en la solicitud de actuar en la capilla) la memoria y fundaciones de d. Pedro Villanueva, caballero de la Orden de Santiago y Protonotario de la Corona de Aragón durante el reinado de Felipe IV y las del obispo Vicente Domec. Creemos que es de interés resaltar la figura y lo que sabemos de don Pedro Villanueva. SI bien no hemos encontrado información sobre un posible parentesco con la figura de Jerónimo de Villanueva y Díez de Villegas, su antecesor en el cargo protonotarial y del que sabemos dejó favores a familiares para perpetuarse en el mismo, no encontramos información sobre si Pedro efectivamente era familiar o una mera coincidencia, aunque todo nos hace pensar que sí debió serlo. El cargo de Protonotario es un cargo real desde la época de Pedro IV “El Ceremonioso” de Aragón en el S.XIV, teniendo como función la custodia del Sello Real, así como el cobro por los derechos del mismo, entre otras funciones.

En este espacio se encuentra un destacable alicatado que dota de color, armonía y calidez al conjunto. Es curioso, aunque no extraordinario, encontrar este elemento decorativo en una capilla como la que estamos hablando. Para esta obra, el canónigo Martin de Jasa firma los papeles para que sea el cantero local Pedro Gil quien aborde la obra.

La techumbre nos recuerda a la propia de las naves de la catedral con bellísimas formas tardogóticas habiendo mencionado la probable atribución a Juan Segura y, de nuevo, con una mala conservación de su pintura, así como la pérdida de una de las claves de bóveda. En las ménsulas de esas nervaduras ubicamos los escudos de Villanueva, destacando que en los de ambos lados del retablo se ubica también el escudo de la orden de Santiago.

El retablo que preside la capilla, dedicado al santo, merece mención aparte. Se trata de un bellísimo y elegante ejemplo de mazonería que nos recuerda a otros trabajos de nuestra zona. Pero, sin duda, lo que se debería llevar toda nuestra atención a la hora de visitar este espacio es el magnífico trabajo pictórico que aquí encontramos y que, de no tener la información de archivo, nos permitiría datar el conjunto en la segunda mitad del siglo XVII. En la zona del banco del retablo situamos escenas de la vida de San Sebastián, como no podía ser de otra manera, si bien lo que nos queda hoy es un repinte de segunda que poco tiene que ver con la maestría del pincel que trabaja aquí, y que nos presenta en el mismo banco a los cuatro evangelistas y al donante de la capilla en actitud orante. Centrando el conjunto y decorando la puerta de un pequeño sagrario nos topamos con la imagen de una delicada Dolorosa. En el ático del retablo ubicamos a un santo que, por descarte, hemos identificado como San Pedro, dentro de la temática de las “Lágrimas de S. Pedro”. 

El lienzo del retablo ofrece una interesante ejecución y se trata de una obra muy similar a la de un San Sebastián ejecutado por José de Ribera. Si bien el cuadro de Ribera nos presenta una representación en ¾, el lienzo jaqués nos presenta una escena en cuerpo entero. El estado de conservación de esta pintura es muy malo, en el que parece haber emulsionado la pintura debido a que durante mucho tiempo unas velas en honor al santo debieron ubicarse justo delante de la obra.

Desde la etnografía: Las espirituadas de Santa Orosia

Si vamos a cerrar esta capilla por la que hemos hecho un recorrido histórico artístico, no sería justo obviar la importancia etnográfica que va a adquirir para la población, no sólo de Jaca sino también de todo el Alto Aragón. Y es que es el espacio que arraiga con el culto de Santa Orosia que, como sabemos, se encuentra tan extendido al norte del Monrepós.

Las «Espirituadas» eran mujeres que aducían estar poseídas por el diablo, y que procesionaban durante la jornada del 25 de junio. Pero durante la vigilia de esa jornada de Santa Orosia eran encerradas en esta capilla pasando toda esa noche en este espacio antes de ser “curadas” una vez presentadas ante la reliquia sagrada de nuestra patrona. Fue en el año 1947 la fecha en la que el obispo Bueno Monreal, habiendo sido testigo de aquello que debía formarse en nuestra catedral durante esa noche quien decide suprimir este rito.