Capilla de Santa Ana

Retablo de Santa Ana. S.XVI

Situada a los pies del templo, tiene acceso desde un arco apuntado abierto en el muro del lado de la epístola y fue lugar de culto para los racioneros de la catedral. Se cubrió con bóveda de crucería estrellada a inicios del siglo XVI y se decora con un retablo coetáneo de transición entre el gótico y el renacimiento. El trono de honor lo ocupa el grupo de santa Ana con la Virgen y el Niño. Una escultura de dulce naturalismo y rostros expresivos relacionada con el retablo de Santa Ana que ejecutara el taller de Damián Forment, hacia 1522, para la catedral de Huesca. A ambos lados, dos grandes tablas representan a san Jerónimo y santa Elena. Otras cinco tablas menores completan el repertorio del banco: santa Orosia -patrona de la diócesis-, san Miguel, el Santo Entierro, san Juan Bautista y santa Catalina de Alejandría.

Por la documentación que nos ha llegado parece claro que el apellido que encargó la construcción de esta capilla es uno de los más ilustres y conocidos de nuestro templo ya que responde a ese “rastrillo” propio del escudo de la familia Sarasa o Sarsa. Heráldica que también encontraremos más tarde en la capilla de la Santísima Trinidad. De hecho, tenemos constancia que en el siglo XVIII era la “casa de Pedro de Sarsa”, aunque ya se menciona a otro heredero algún siglo antes llamado Juan de Sarsa al que se le permite “cobrar la renta y cuidar de todo”, realizando esta labor hasta su fallecimiento. Este proceso de los “Sarsa” concluye, según nos cuenta el obispo López Gil, con un litigio entre Diego Sarsa con un tal Jerónimo Costa, resuelto a favor de este último que parece desentenderse del espacio heredado, siendo los racioneros de la catedral los que se encargarán de su mantenimiento desde ese momento. Ese mismo obispo nos menciona que estos canónigos de la catedral asisten la capilla debido a un “Legado Pío de los Piedras”, por lo que para entonces ya debió concluirse el patronato de aquella familia.

Cristo de Biscós

En esta capilla se ubica también el llamado Cristo de Biscós, uno de los más venerados en nuestra ciudad. Es conocido también como Cristo de la Salud y Cristo de la Catedral, y se encuentra, durante todo el año, ubicado en la Capilla de Santa Ana en la Catedral de Jaca, pero en Semana Santa procesiona en la procesión del Silencio del Martes Santo y en la del Santo Entierro, el Viernes Santo, con la Hermandad de la Sangre de Cristo. Este es uno de los pasos de la Semana Santa de Jaca que se lleva a hombros, y para el que se necesitan veinticuatro personas.

La obra fue donada a principios del siglo XX por el canónigo d. Victoriano Biscós y fue realizada por el artista catalán José Alcoverro (1835-1908), formado en la escuela valenciana de Bellas Artes y afincado en Madrid, lugar en el que se adquiere el crucificado que tenemos hoy en nuestra catedral. Entre sus obras más destacadas cabría reseñar las realizadas para la entrada de la Biblioteca Nacional de España como la de Afonso X «El Sabio».