Pinturas murales de la iglesia de los santos Julián y Basilisa de Bagüés (Zaragoza)

Proceden de la iglesia de los santos Julián y Basilisa de Bagüés (Zaragoza).
1080-1096. Maestro de Bagüés

Decoración pictórica de los muros laterales y la cabecera de la iglesia de Bagüés que recoge, con un marcado carácter narrativo, episodios bíblicos desde la Creación de Adán hasta la Ascensión de Cristo, constituyendo una auténtica Biblia en imágenes. Los muros se dividen en cuatro registros horizontales y el ábside en tres, estando el nivel superior de ambos muros ocupado por escenas del Antiguo Testamento referentes a la Creación del mundo, el Pecado Original y Noé, mientras que los tres registros restantes de los muros y el ábside están dedicados al Nuevo Testamento.


La narración comienza en el nivel superior del muro derecho junto a la cabecera con la Creación de Adán y continúa hacia la derecha; tras llegar a la zona de los pies, la lectura sigue en el muro de enfrente, desarrollándose en este caso las escenas desde los pies hacia la cabecera. Este sentido elíptico de izquierda a derecha continúa en orden descendente en los sucesivos registros ocupados respectivamente con escenas de la infancia de Jesús, la vida pública y la Pasión. La lectura de las escenas termina en el ábside en sentido inverso, en orden ascendente desde el registro inferior ocupado por la Crucifixión hasta la Ascensión que preside la bóveda.
Asimismo cuentan con decoración pictórica las ventanas y el espacio sobre la puerta de acceso.

Este complejo programa pictórico narra a través de diversas escenas la historia de la salvación humana mediante la redención de Cristo.

Gonzalo M. Borrás Gualis y M. García Guatas apuntan a que la amplitud del programa iconográfico, que desborda por completo lo conocido sobre la pintura románica española, responde al contexto histórico-social en el que fue creado, ya que este templo dependía del monasterio de San Juan de la Peña, a cuyo ambiente intelectual se puede deber esta riqueza iconográfica. En su opinión el programa iconográfico fue realizado en su totalidad por un único artista por la unidad formal y compositiva del conjunto.

A pesar de su antigüedad, estas pinturas muestran una gran modernidad y una alta calidad artística manifiesta por ejemplo en su carácter narrativo o en el dinamismo logrado en los personajes gracias al cruce de las piernas en tijera y a la disposición de los ropajes, caracterizados por el predominio de la línea curva. Asimismo, cabe destacar la idea de movimiento conseguida en algunas figuras mediante la posición de los pies, colocados a distinta altura, uno apoyando sólo la puntera y el otro levantado dejando la rodilla doblada en alto, para dar la impresión de que el personaje se dirige hacia otra persona, como se observa por ejemplo en el ángel de la Anunciación. También es relevante el modo de separar las escenas. Como es habitual, para ambientar las escenas desarrolladas en interiores los personajes aparecen bajo arcos, sobre los que hay figuraciones arquitectónicas; sin embargo en ocasiones la separación entre escenas viene marcada por la propia disposición de las figuras, ya que la que abre una escena vuelve su espalda a la contigua para poner de manifiesto que pertenece a la escena precedente.

En cuanto al color, es una pintura realizada al fresco utilizando una paleta muy rica, con predominio del verde de cobre, cuyas tonalidades y técnica son similares a las de las pinturas murales de la zona occidental de Francia. El azul se usa junto al verde en los fondos de las escenas, mientras que los registros se separan mediante orlas en las que predominan el ocre amarillo y el rojo, siendo éstos últimos los colores utilizados generalmente en la figuración de las escenas. El artista con esta solución cromática que superpone tonos cálidos sobre tonos fríos consigue una gran modernidad en el lenguaje cromático.

Respecto a la iconografía una de las escenas más estudiadas es la Crucifixión. Éste es el tema central de la iconografía cristiana ya que se entiende como la garantía de la salvación para cualquier cristiano, por eso suele ocupar el lugar más destacado del templo. En este caso, Cristo está clavado en la cruz aún vivo, dirigiendo su mirada hacia el espectador. A su derecha aparecen Longinos y la Virgen y a la izquierda Stephaton y San Juan, según el modelo tradicional bizantino. Sobre la cruz aparecen dos medallones que representan al sol y la luna personificados para recordar que cuando Cristo expiró el sol se oscureció y las tinieblas cubrieron la Tierra. Ambos ladrones, Dimas y Gestas, presentan una curiosa postura al pasar sus brazos por los travesaños de la cruz. Este tipo de representación, que también aparece en la tapa del Arca Santa de Oviedo y en el tímpano de San Ponce de Thomiéres, es una variante del modo de representar esta escena en los países del norte donde los ladrones no aparecen clavados sino atados con cuerdas a la cruz, de modo que los brazos de Cristo quedan extendidos mientras que los de los ladrones están pasados por detrás del travesaño. Junto a los ladrones aparecen los verdugos dispuestos a quebrarles los huesos de las piernas con garrotes, mientras que Cristo es atravesado por una lanzada.

Como afirma J. Sureda, desde su descubrimiento a mediados del siglo XX, los murales de Bagüés se han considerado como uno de los conjuntos pictóricos más importantes de la Europa románica y el principal de España.