En un pequeño hueco de la nave del Evangelio, se presenta una obra barroca que destaca un lienzo de una virgen de Piedad, donde la Madre sostiene al Hijo yacente con la ayuda de un ángel. El fondo, oscuro, sugiere un paisaje montañoso. Enmarcando el lienzo, un interesante trabajo de mazonería en la que podemos destacar dos parejas de columnas salomónicas decoradas con vid escoltan la pintura que preside el conjunto. Este tipo de columna se hizo bastante popular durante la segunda mitad del siglo XVII en nuestro país por lo que nos permite ubicar cronológicamente la obra. Por otro lado, el tema de la vid que parece colgar de las columnas enlaza directamente con la idea de la celebración eucarística, aunque también podríamos señalar que se trata del símbolo de la abundancia (algo que nunca debería faltar si hablamos de familias dedicadas al comercio). Coronando el retablo aparece la figura del Padre envuelto casi en su propio ropaje y enmarcado por unas nubes de las que sobresalen las pequeñas cabezas de querubines. Junto a esta figura aparecen dos ángeles que portan algunas Arma Christi o símbolos de las Pasión de Cristo. El ángel de la derecha ha perdido su brazo derecho, en el que portaría una lanza, lleva en su izquierda el martillo. El de la izquierda porta las tenazas y, si bien ha conservado su brazo izquierdo, ha perdido el elemento que portaba que era la esponja.
En el año 1790, tenemos ya constancia de esta capilla mencionada como “Nuestra Señora de los Dolores”, por parte del obispo José López Gil que la ubica claramente en el lugar entre “San Sebastián y la puerta lateral de la Iglesia”. De hecho, es este obispo quién sitúa a la Casa de Altarraz como la fundadora del espacio, siendo Antonio Benisía el encargado de la preservación de la capilla. En palabras del investigador Ricardo Galtier estaríamos ante un apellido muy relevante en la sociedad jaquesa en aquellos siglos, tratándose de una familia de molineros y reconvertidos en mesoneros de los que dejamos de tener constancia en el siglo XIX.
A modo de conclusión señalar que la capilla que podemos admirar a día de hoy no es, en parte, la misma que en el momento de su realización. Y es que gracias a fotografías de principios del siglo XX, el conjunto quedaba rematado con un frontón que se encuentra desmontado. Seguramente ese frontón fue eliminado pra permitir entrar la luz del vano que se encuentra justo sobre el retablo.