El Espacio: EL CLAUSTRO

Vista idealizada del primitivo claustro románico de la catedral de Jaca

Debemos reseñar que la Seo jaquesa contó con dos claustros, aunque del más pequeño sólo tenemos referencias documentales, habiéndose conservado el de mayores dimensiones  y que se convirtió en el corazón de la vida en común de los canónigos jaqueses que, desde el siglo XI hasta el siglo XIV vivieron en comunidad dentro de los muros catedralicios siguiendo la regla canonical de San Agustín. Por ello, el claustro fue el espacio en el que se celebraban actos litúrgicos pero también servía como lugar de enterramiento, paseo, lectura y meditación.

Evidentemente una catedral románica, como la de Jaca, tuvo un claustro románico que fue levantado a comienzos del siglo XII y que presentaría una configuración muy semejante a los cercanos del monasterio viejo de San Juan de la Peña o San Pedro el Viejo de Huesca. Tuvo planta rectangular y sus cuatro crujías se abrían mediante arcos de medio punto trasdosados con impostas de ajedrezado y apeados en sesenta columnas simples o dobles que soportaban capiteles románicos de temática vegetal, geométrica o historiada. En el centro había un patio abierto presidido por una fuente rodeada de diversos tipos de plantas aromáticas, medicinales y culinarias, de las que se ha hecho una recreación en el actual jardín del MDJ.

Tras la secularización del cabildo catedralicio en 1302 se produce un abandono del espacio claustral y algunas dependencias quedaron en estado ruinoso. En el siglo XVII se decide intervenir y parar aquella decadencia. En esa reforma, en la que participan los maestros Juan Bautista Bastida y Pedro Tornés, se sustituyen las techumbres de madera por bóvedas de crucería y se cerraron los paramentos desmontando la antigua arquería románica de la que todavía pueden admirarse algunos elementos como los cimacios reaprovechados como material de relleno en los muros del claustro actual. Varios de los capiteles románicos quedaron repartidos por dependencias catedralicias y han sido recuperados con el tiempo y hoy forman parte de la excepcional colección del MDJ, que exhibe un conjunto de capiteles cuyo clasicismo y cuidada labra, permiten relacionarlos con las mejores composiciones del románico español.

Paseando por las crujías podemos encontrar hasta una treintena de notas necrológicas o esquelas que recuerdan a personajes fallecidos y que fueron colocadas en los muros con la intención de que quién las leyera, rezara por su alma. Estas inscripciones, algunas de ellas de muy bella factura, van desde la simple inscripción, de un apellido o un lugar, a otras más complejas que recuerdan quienes eran, su cargo y su fecha de nacimiento. En el ala norte del claustro encontramos, abierta en el suelo y cubierta actualmente con un cristal, el lugar en el que se velaban los cuerpos antes de ser enterrados. 

El jardín

La catedral de San Pedro de Jaca contó desde el siglo XII con un claustro anexo, puesto que a partir de la imposición de la Regla de San Agustín por el rey Sancho Ramírez a finales del siglo XI el cabildo se vio obligado a vivir en clausura. Las dependencias habilitadas para ello se organizaron en torno a dos jardines: uno mayor, que todavía se conserva, y uno menor, ubicado al este (tras la zona de capillas) y completamente desaparecido.


Los claustros más antiguos de los que se tiene constancia aparecieron ya en los primeros siglos del cristianismo, siendo concebidos como espacios en los que residían las comunidades monásticas o regulares. Desde su origen contaron con huertos y zonas verdes para el abastecimiento de sus ocupantes, pero el ejemplo más antiguo de un claustro con un jardín estructurado se recoge en un plano de la abadía carolingia de Sankt Gallen, que data del año 816. En este se mencionan los principales espacios de los que debía disponer todo claustro: el herbolarius (para el cultivo de plantas medicinales), el pomarius u hortulus (para la obtención de verduras, hortalizas y frutas) y el cementerio.


Sin embargo, el jardín del claustro no solo cumplía con una función utilitaria, sino que también tenía un importante componente simbólico. Se entendía como un hortus conclusus, un lugar que necesariamente había de estar apartado del mundo para permitir el encuentro con Dios. Su estructura cuadrada, con cuatro lados flanqueados por arcos y columnas, derivaba de que cuatro son también los muros que protegen la Jerusalén Celeste. El centro era el punto más importante, siempre ocupado por un elemento acuático, ya que simbolizaba la fuente primordial del jardín del Edén de la que nacen cuatro ríos que se dirigen hacia los distintos puntos cardinales: Pisón, Gibón, Tigris y Éufrates (Génesis, 2). En el claustro de Jaca aún se conservan las cuatro canalizaciones que llevaban a la fuente central y que aluden a dichos ríos, hoy en día ocultas por un pavimento moderno.


También se inspira en la descripción bíblica del Edén la disposición en parterres de los jardines claustrales. Como se observa en el caso de Jaca, solían ser cuatro, aunque la aparición en el Renacimiento de jardines cada vez más complejos (con formas poligonales o circulares) hizo que este número variase. En el jardín de la seo jaquesa se ha mantenido su distribución original, si bien actualmente cada uno de estos espacios se dedica a uno de los cuatro tipos de plantas con los que todo claustro medieval debió contar.

En el parterre nº 1 se cultivan plantas con fines medicinales. Este género fue fundamental en la vida medieval, ya que la mayoría de remedios tenían un origen vegetal. Acanto, cebolla e hypericum son las hierbas seleccionadas en el jardín de Jaca. Las hojas del primero se utilizaban para tratar afecciones cutáneas, mientras la cebolla se destinaba principalmente a la curación de enfermedades respiratorias. Por su parte, el hypericum, también llamado Hierba de San Juan, se asociaba a las enfermedades sanguíneas por el color rojizo de su tallo.

Las plantas ornamentales se encuentran en el parterre nº 2. En las épocas más frías del año vemos a la hortensia de invierno en flor, mientras que en primavera y verano este cuadrante se llena de color gracias a los lirios, los narcisos y las rosas jacetanas que en él se cultivan. Estas flores eran seleccionadas, en buena medida, por su simbolismo religioso. Por ejemplo, el lirio representaba la pureza y la virtud, mientras la rosa aludía a la sangre de los mártires y a la Pasión de Cristo.

El parterre nº 3 se dedica hoy en día a las plantas aromáticas, que en época medieval se utilizaron mayoritariamente para perfumar los altares y habitaciones. Las más recurrentes en este espacio son la salvia, el tomillo y la menta.

El parterre nº 4 contiene hortalizas, frutas y verduras de acuerdo a su función como huerto. El hortulus y el pomarius fueron realmente relevantes en la vida monástica medieval, ya que el clero regular tenía una alimentación mayoritariamente vegetariana y daba preferencia a los vegetales crudos como símbolo de humildad. En Jaca pueden observarse cardos, coles moradas, espárragos y fresas.

Otros elementos que podemos encontrar en este claustro son un pozo, varios cipreses y un tejo. El pozo responde a una necesidad fundamental en la Edad Media, el aprovisionamiento de agua, puesto que al vivir recluidos los canónigos difícilmente podían obtenerla por otras vías. El mismo cometido cumplía el aljibe que se encuentra junto al acceso al piso superior, hoy en día completamente drenado. Los árboles se plantaron debido a su carácter simbólico; los tres cipreses proporcionaban paz (ha de considerarse que el claustro se utilizó como ámbito funerario durante varios siglos) y el tejo se solía plantar junto a las iglesias, ya que los celtas lo consideraban un árbol sagrado y esta cualidad se le siguió otorgando en época medieval.