Siglo XIII, segunda mitad
Fresco y temple, arrancado y traspasado a lienzo
Proceden de la ermita de Nuestra Señora del Rosario en Osia (Huesca)
La pieza del mes de febrero de este Año de la Misericordia está dedicada a los Santos y Beatos que hicieron de la misericordia su misión de vida, como se ilustra en las pinturas murales de la ermita del cementerio de Osia (Huesca) dedicada a Santa Lucía, quien dedicó su vida a repartir la caridad con los pobres.
La decoración absidal realizada a principios del siglo XIII está presidida por la imagen de la Coronación de la Virgen María acompañada por un apostolado y se completa con la escena del Juicio Final representada en el arco triunfal. El hemiciclo inferior ilustra diversos episodios hagiográficos de la vida de San Martín y Santa Lucía siguiendo para ello el relato de La leyenda dorada de Jacobo de la Vorágine.
En el mismo se cuenta como la santa mártir de Siracusa, tras convertirse al cristianismo y repartir todos sus bienes entre los pobres, renunció a casarse con su novio, motivo por el cual fue denunciada por su prometido ante el cónsul romano Pascasio quién la condenó a ser conducida al lupanar. Cumpliendo este mandato, varios soldados ataron a Lucía por las muñecas e intentaron arrastrarla al prostíbulo pero por intercesión divina su cuerpo resultaba pesado que cualquier intento de moverla resultaba en vano. Posteriormente lo intentaron con mil parejas de bueyes, hasta que, finalmente tras ser cruelmente martirizada terminaron con su vida a golpe de espada.
Estilísticamente son unas pinturas que muestran la transición del románico hacia el gótico, en las que el dibujo es de gran calidad y seguridad, aunque sin prescindir de los convencionalismos propios del estilo. Además es de destacar la importancia que adquieren las bandas ornamentales de diseños geométricos y vegetales. No obstante, la pérdida de gran parte de su policromía impide su justa valoración, ya que en el siglo XVIII estas pinturas fueron cubiertas por otras del estilo de la época.
¿Sabías qué…? El relato de La Leyenda Dorada no menciona el hecho de que Santa Lucía se arrancara los ojos durante su martirio, a pesar de ser uno de los episodios más difundidos en la religiosidad popular. Dicha creencia debió de generalizarse en torno al siglo XIV, ya que etimológicamente, el nombre de Lucía significa «la que lleva luz». Por ello, los ojos se convirtieron en su símbolo parlante, fijando así la iconografía de la santa, y quedaron para la posteridad incorporados a las narraciones populares de su biografía.