Arrepentimiento: Corrección introducida por el artista en su propia obra y que se hace visible con el tiempo. Aplícase sobre todo a la pintura. («Diccionario de términos de Arte» de Guillermo Fatás y Gonzalo Borrás, Editorial Alianza.)
Con esta definición queremos comenzar una serie de publicaciones semanales, bajo el hashtag #pinceladasdearte, relacionadas con algunos términos artísticos que podemos encontrar a través de nuestra colección. Con ello pretendemos, además, compartir historias curiosas y anécdotas vividas por algunas de nuestras piezas.
Y qué mejor que empezar con una de las piezas más queridas por el visitante de nuestro museo: el pantocrátor de Ruesta. Hablamos de él como un «arrepentimiento del artista», pero ¿A qué nos referimos cuando hablamos de un arrepentimiento pictórico?. Bueno, os lo podéis imaginar. En el siglo XII alguien pintó en el ábside de la ermita de San Juan Bautista de Ruesta (Zaragoza) ese rostro con esa mirada tan expresiva, pero no acabaron contentos con el resultado por lo que deciden cubrirlo con una nueva capa pictórica «por los siglos de los siglos». O eso pensaban.
Y es que ocho siglos después, en el año 1963, un grupo de restauradores deciden arrancar y traspasar a lienzo las magnificas pinturas que decoraban aquel ábside para tratar de evitar un mayor deterioro de las mismas. La técnica del strappo sólo arranca la última capa de policromía de la pintura, la superficial, por lo que se consigue salvar también esa capa subyacente donde se encontraba ese rostro, que aparece por sorpresa cuando se dan cuenta que bajo la capa de mortero se traspasaban unos colores que parecían querer salir.
Aunque hablar de «arrepentimiento» en pintura al fresco, puede suponer que simplemente el artista quiera corregir la posición final de una figura como vemos en ese otro ejemplo que os queremos mostrar. Se trata de un rostro de Noé aparecido en los trabajos de restauración de las pinturas murales de la bóveda de la abadía de Saint Savin Sur Gartempe (pinturas murales que tienen cierta relación con nuestro museo y de las que hablaremos en otra ocasión), en la zona del Poitou francés. En este caso nos encontramos un rostro, prácticamente idéntico, aparecido a escasos centímetros del rostro «final», y que tras el proceso de restauración se ha dejado expuesto en la misma bóveda de la abadía.
Esperamos que os haya gustado la explicación y que hayáis conocido un poco más sobre una de nuestras piezas más emblemáticas, aquella que algún visitante ha comparado con un «Picasso» por la modernidad de sus facciones y, sobre todo, por su expresiva mirada.