Volvemos esta semana con unas nuevas #pinceladasdearte, y van 10, para conocer un poco más sobre uno de los elementos decorativos más reconocidos de nuestra catedral como es el “Ajedrezado Jaqués”, ese friso ornamental que recorre el monumento tanto interior como exteriormente. Esta forma decorativa, se ha exportado por todo el norte peninsular recorriendo la senda marcada por el Camino de Santiago, siendo por su cronología (S.XI-XIII) un elemento plenamente desarrollado en el románico, aunque no exclusivamente en la península ya que podemos encontrar ejemplos de esta decoración en la Francia Meridional, Italia, Alemania o Portugal.
Si comenzamos comentando la propia estructura formal de esta decoración, nos estamos refiriendo a ese efecto “tablero de ajedrez” que se obtiene alternado filas de pequeños sillares labrados en alto relieve y con forma de paralelepípedo que suele decorar aleros, cornisas y arquivoltas de las portadas románicas.
En cuanto a su nomenclatura, viene de lejos ya que en el siglo XIX el francés Viollet-Le-Duc la denominó «billettes», que podríamos traducir como «taco», mientras que otra acepción será la usada por la morfología de este elemento decorativo que lo denomina «damier» o «tablero». En cuanto a la primera aparición conocida del término «ajedrezado jaqués», ésta aparece en el año 1934 en la obra de M. Gómez Moreno «El Arte Románico Español. Esquema de un libro», texto referente del románico en nuestro país y en el que probablemente se refiere con esta denominación a la variante a aragonesa de esa decoración formada por tres filas de tacos en relieve y que a partir de ahí ha quedado como la nominación más popular de dicho ornamento ya que «ajedrezado» o «taqueado» jaqués es la manera más recurrente de referirnos a este tipo decorativo.
En cuanto a posibles antecedentes de esta ornamentación se nos aventura como algo complicado ya que hablamos de un elemento que perdura durante relativamente poco tiempo en la Edad Media, aunque hay quien ve en la repetición sistemática de la decoración en «dentículo» que vemos en algunos monumentos, y cuyo efecto claroscuro se asemeja al que produce el elemento decorativo que hoy tratamos, como un posible antecesor de esta decoración en ajedrezado. Por otro lado, cabría al menos mencionar que esta decoración no tiene una aparición exclusiva en el arte medieval, ya que desde la Antigüedad Clásica ha resultado un elemento decorativo muy recurrente para cerámicas, frescos o mosaicos.
Hasta aquí nuestras #pinceladasdearte de esta semana. Esperamos que os haya arrojado un poco más de luz sobre esta decoración tan característica de nuestra catedral.