El antiguo refectorio de la catedral, convertido en capilla de la Virgen del Pilar en el siglo XVI como consecuencia de la secularización del clero, sirve como espacio expositivo a la colección de pintura mural medieval del museo. Estas piezas procedentes de diversas iglesias y ermitas de la diócesis de Jaca, fueron descubiertas en la década de 1960, gracias a la importante labor del sacerdote D. Jesús Auricenea y del obispo D. Ángel Hidalgo, asesorados por el restaurador D. Ramón Gudiol Ricart. El primer hallazgo tuvo lugar en 1962 en la iglesia de San Esteban de Urriés y éste no iba a ser nada más que el comienzo de un amplio número de descubrimientos. Un año después, en 1963, se encontraban las pinturas de Ruesta, a las que seguirían en 1965 las de Navasa y Sorripas. En la segunda mitad de la década fue el turno del magnífico conjunto mural de Bagüés (1966), así como de las pinturas de Susín (1967), Escó y Cerésola (1968), Ipas y Orús (1969). Otras pinturas murales como las de Concilio y Osia se conocían con anterioridad, pero no se trasladaron hasta 1971.
Las obras expuestas en esta sala fueron realizadas entre los siglos XII y XVI siguiendo los preceptos de los estilos románico o gótico y para su ejecución se utilizó principalmente la técnica del fresco, aunque en algunas ocasiones se empleó el temple y en determinados casos se combinaron ambas técnicas dando lugar al denominado fresco seco. Los pintores eran artesanos itinerantes cuyos nombres desconocemos, pero es innegable la calidad de algunos de ellos como ponen de manifiesto las obras de los maestros de Ruesta, Navasa o Urriés.