Octubre 2010. Judith camino de Betulia

1797

Óleo sobre lienzo

La pieza del mes de Octubre es Judith camino de Betulia, obra de Luis Paret y Alcázar (Madrid, 1746 – 1799) y  se exhibe en el ámbito dedicado a los siglos XVII y XVIII del museo.

 Este pintor, de padre francés y madre española, se educó en el pensamiento ilustrado y está considerado el mayor representante de la pintura rococó en España. Su formación fue variada: a los diez años ingresó en la Real Academia de San Fernando, después estudió en Roma durante tres años pensionado por su protector el infante D. Luis y a su regreso a Madrid fue discípulo del pintor francés Charles de La Traverse, del cual tomó  los tonos pastel constantes a lo largo de toda su carrera.

A pesar de que su pintura fue muy estimada por sus coetáneos, en los últimos años de su vida sufrió penalidades económicas. Sin embargo, en la actualidad se le reconoce como uno de los tres pintores españoles más destacados del siglo XVIII, junto a Goya y Francisco Bayeu.

Su obra Judith camino de Betulia muestra un momento de la historia bíblica de Judith y Holofernes. La joven Judith, para salvar a su pueblo Betulia de la invasión asiria, se introdujo en el campamento enemigo, sedujo al general Holofernes, lo emborrachó y posteriormente lo decapitó. En concreto, Paret representa el momento al amanecer en el que Judith y su sirvienta  huyen del campamento enemigo que apreciamos a la izquierda y regresan a su poblado tras decapitar a Holofernes.

¿TE HAS FIJADO EN…?

La sirvienta parece que oculta algo bajo su vestimenta, porque allí lleva escondida la cabeza de Holofernes para poder mostrarla en su pueblo como señal de victoria.

El texto bíblico en el que Paret se inspira para su obra recoge el pasaje del libro de Judith 13, 1 y ss.: Cuando se hizo tarde, los siervos de Holofernes se apresuraron a salir. Bagoas hizo que dejaran solo a su señor y cerró la tienda por fuera. […] Quedaron en la tienda sólo Judit y Holofernes, desplomado sobre su lecho y rezumando vino (Judit 13,2) […] Avanzó, después, hasta la columna del lecho que estaba junto a la cabeza de Holofernes, tomó de allí su alfarje, y acercándose al lecho, agarró la cabeza de Holofernes por los cabellos y dijo: «¡Dame fortaleza, Dios de Israel, en este momento!». Y, con todas sus fuerzas, le descargó dos golpes sobre el cuello y le cortó la cabeza (Judit 13,6-8) […] Y saliendo entregó la cabeza de Holofernes a su sierva; ella la colocó en la alforja de sus provisiones, y salieron las dos juntas para rezar como acostumbraban (Judit 13, 9).

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